martes, 13 de octubre de 2015
martes, 15 de enero de 2013
jueves, 29 de septiembre de 2011
El porvenir
El porvenir… lo tengo
ya tan cercano
que lo vislumbro tras cualquier esquina,
lo puedo, casi, tocar con las manos.
El tiempo se va agotando;
mi cuerpo es como un viejo y derruido tejado;
goteras por todos lados.
Hablo del porvenir raras veces deseado:
la Parca nos lleva a su lado.
(Cap.III,"De ahora y de siempre")
ya tan cercano
que lo vislumbro tras cualquier esquina,
lo puedo, casi, tocar con las manos.
El tiempo se va agotando;
mi cuerpo es como un viejo y derruido tejado;
goteras por todos lados.
Hablo del porvenir raras veces deseado:
la Parca nos lleva a su lado.
(Cap.III,"De ahora y de siempre")
viernes, 12 de noviembre de 2010
sábado, 30 de octubre de 2010
Al puente de Alcántara (puente romano).
Puente, alfombra mágica extendida, siempre estática,
con piedras milenarias tejida, por tus ojos,
romanos arcanos,
silba el viento, acariciando tus estribos. Lamen
tus muslos, heridos por los siglos,
las aguas del callado río,
en su espejo tu imagen descansada.
Salvas la distancia del hundido
abismo como dragón verdinegro dormido.
Eres monumento, eres historia viva,
por tu vía aún discurre la calzada,
desfiladeros, valles y lomas camino que,
como todos, llevará a Roma.
(Del poemario "Mieses y flores")
sábado, 23 de octubre de 2010
Guadalajara, 1947.
Era el plácido atardecer de uno de los primeros días de Julio. No hacía mucho calor, por lo que aquellas mujeres estaban sentadas en sus sillas, a la sombra de la elevada pared que cerraba el patio del cuartel de la guardia civil.
Las mujeres de los guardias, charlaban animadamente, mientras sus manos daban vueltas y más vueltas a los hilos que guiaban sus agujas, con asombrosa agilidad y rapidez, entre sus telas y lanas.
Por el centro de la calle un hombretón, con muchas copas de más en su cuerpo, bajaba dando tumbos; sus piernas parecían buscar un sitio para apoyar sus pies en el suelo de tierra de la empinada calle Alvarfáñez de Minaya.
La visera de una gorra, posiblemente de militar, le caía desde la frente tapándole los ojos, que sólo se le veían cuando su cabeza daba giros de cucaña sobre su poderoso cuello echado hacia atrás. Su camisa abierta dejaba ver un bosque de vello que tapaba por completo su cuerpo, descubierto de ropa.
De sus labios colgaba una sucia y mojada colilla, sin acabar de apagarse, cuyo humo apartaba, de vez en vez, de un lento manotazo muy cerca de su nariz, nariz enorme y morada, como si de una morcilla se tratara.
También tenía dimensiones espectaculares su miembro viril que, fuera del pantalón, lanzaba chorros de orín, con parecido y sincronizado movimiento al de la cabeza, describiendo sobre el suelo líneas interminables. Mientras, tarareaba una canción, con música y letra ininteligibles que, como final de estrofa siempre era una blasfemia.
Sus ropas, tenían manchas oscuras y blanquecinas, estas últimas en la chaqueta, seguramente de estar recostado sobre alguna pared de yeso. La chaqueta y los pantalones tenían “sietes” por doquier. Las botas, de número elevado, de media caña, sobresalían de los pantalones, remangados hasta la altura de las velludas espinillas.
Las mujeres habían saltado hacia la amplia puerta de la casa cuartel; a algunas de ellas se las adivinaba ya en sus casas, en las ventanas, detrás de las persianas, observando los desmanes del iracundo y borracho individuo.
Éste había soltado una estruendosa y grosera carcajada, haciendo más ostentación de su pene, dirigiéndolo, apuntando, como si un arma de fuego fuera, hacia la ovalada y elevada puerta, por donde habían huido las ocho o diez mujeres, que habían abandonado sus sillas, casi, en la mitad de la calle. Algunas de las sillas volaban varios metros a consecuencia de los puntapiés que el beodo las propinaba.
Había parecido interminable la escena, sin embargo, todo transcurrió en escasos minutos. Se iban apagando las voces de aquel energúmeno, al que nunca volví a ver más, que desaparecía por la curva que conducía al camino del cementerio.
Bordeando ese camino, abajo, en la hondonada, se encontraba la explanada del cuartel, donde, casi de continuo, se oía la corneta y los tambores acompañando, en su desfilar, a la tropa.
La tarde iba, así, muriendo, dejando su quehacer a las escasas y lánguidas luces que alumbraban las noches del Guadalajara de 1947.
(De "Lo que recuerdo... y quiero recordar")
Las mujeres de los guardias, charlaban animadamente, mientras sus manos daban vueltas y más vueltas a los hilos que guiaban sus agujas, con asombrosa agilidad y rapidez, entre sus telas y lanas.
Por el centro de la calle un hombretón, con muchas copas de más en su cuerpo, bajaba dando tumbos; sus piernas parecían buscar un sitio para apoyar sus pies en el suelo de tierra de la empinada calle Alvarfáñez de Minaya.
La visera de una gorra, posiblemente de militar, le caía desde la frente tapándole los ojos, que sólo se le veían cuando su cabeza daba giros de cucaña sobre su poderoso cuello echado hacia atrás. Su camisa abierta dejaba ver un bosque de vello que tapaba por completo su cuerpo, descubierto de ropa.
De sus labios colgaba una sucia y mojada colilla, sin acabar de apagarse, cuyo humo apartaba, de vez en vez, de un lento manotazo muy cerca de su nariz, nariz enorme y morada, como si de una morcilla se tratara.
También tenía dimensiones espectaculares su miembro viril que, fuera del pantalón, lanzaba chorros de orín, con parecido y sincronizado movimiento al de la cabeza, describiendo sobre el suelo líneas interminables. Mientras, tarareaba una canción, con música y letra ininteligibles que, como final de estrofa siempre era una blasfemia.
Sus ropas, tenían manchas oscuras y blanquecinas, estas últimas en la chaqueta, seguramente de estar recostado sobre alguna pared de yeso. La chaqueta y los pantalones tenían “sietes” por doquier. Las botas, de número elevado, de media caña, sobresalían de los pantalones, remangados hasta la altura de las velludas espinillas.
Las mujeres habían saltado hacia la amplia puerta de la casa cuartel; a algunas de ellas se las adivinaba ya en sus casas, en las ventanas, detrás de las persianas, observando los desmanes del iracundo y borracho individuo.
Éste había soltado una estruendosa y grosera carcajada, haciendo más ostentación de su pene, dirigiéndolo, apuntando, como si un arma de fuego fuera, hacia la ovalada y elevada puerta, por donde habían huido las ocho o diez mujeres, que habían abandonado sus sillas, casi, en la mitad de la calle. Algunas de las sillas volaban varios metros a consecuencia de los puntapiés que el beodo las propinaba.
Había parecido interminable la escena, sin embargo, todo transcurrió en escasos minutos. Se iban apagando las voces de aquel energúmeno, al que nunca volví a ver más, que desaparecía por la curva que conducía al camino del cementerio.
Bordeando ese camino, abajo, en la hondonada, se encontraba la explanada del cuartel, donde, casi de continuo, se oía la corneta y los tambores acompañando, en su desfilar, a la tropa.
La tarde iba, así, muriendo, dejando su quehacer a las escasas y lánguidas luces que alumbraban las noches del Guadalajara de 1947.
(De "Lo que recuerdo... y quiero recordar")
viernes, 15 de octubre de 2010
Optimismo.
Hoy me he levantado eufórico, con nuevos bríos,
en mi alma no hay lugar al desaliento;
ya no echaré mi cuerpo donde se echan los muebles
viejos; tengo el coraje suficiente
para echar mi cuerpo a la basura, en reciclaje.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
en mi alma no hay lugar al desaliento;
ya no echaré mi cuerpo donde se echan los muebles
viejos; tengo el coraje suficiente
para echar mi cuerpo a la basura, en reciclaje.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
martes, 5 de octubre de 2010
Libertad
Es salir a la calle sin destino,
sin reloj, sin hora de llegada ni
de regreso previsto.
Es cambiar de rumbo, como cambia la veleta,
pero sin viento, sin fuerza.
Es mirar al cielo,
volar con la mente pisando tierra.
Es navegar con la ilusión, sin barco,
marineros, velas ni timón.
Es soñar despierto, gritar al viento,
no mostrar arrepentimiento.
Por quien no es deseada, quien en ella no piensa
posee a la Gran Amada.
(De mi poemario "Atardecer del alma")
sin reloj, sin hora de llegada ni
de regreso previsto.
Es cambiar de rumbo, como cambia la veleta,
pero sin viento, sin fuerza.
Es mirar al cielo,
volar con la mente pisando tierra.
Es navegar con la ilusión, sin barco,
marineros, velas ni timón.
Es soñar despierto, gritar al viento,
no mostrar arrepentimiento.
Por quien no es deseada, quien en ella no piensa
posee a la Gran Amada.
(De mi poemario "Atardecer del alma")
jueves, 15 de julio de 2010
El espejo
No la reconozco.
Esa imagen, la que me devuelves, no es la mía,
es la que veo por dentro,
la que me repite mi alma.
Ilusiones perdidas
y, también, logradas.
Trabajos por hacer,
ninguno.
Cuentas pendientes,
con sudores,
saldadas.
Novias por enamorar, ya pasadas.
Mujeres a quien amar,
algunas, en el recuerdo.
Hijos, tres verdades que vuelven a la realidad
mis sueños.
Amigos que se han ido, gentes que no conozco,
caras que hablan de otros mapas.
Calles, paseos, edificios nuevos,
cielo con agujeros.
¿Eres, de verdad, un espejo o, más bien, un hueco,
una ventana, por donde,
desfila el mundo, por donde la verdad se labra?
(Del poemario "Atardecer del alma")
Esa imagen, la que me devuelves, no es la mía,
es la que veo por dentro,
la que me repite mi alma.
Ilusiones perdidas
y, también, logradas.
Trabajos por hacer,
ninguno.
Cuentas pendientes,
con sudores,
saldadas.
Novias por enamorar, ya pasadas.
Mujeres a quien amar,
algunas, en el recuerdo.
Hijos, tres verdades que vuelven a la realidad
mis sueños.
Amigos que se han ido, gentes que no conozco,
caras que hablan de otros mapas.
Calles, paseos, edificios nuevos,
cielo con agujeros.
¿Eres, de verdad, un espejo o, más bien, un hueco,
una ventana, por donde,
desfila el mundo, por donde la verdad se labra?
(Del poemario "Atardecer del alma")
viernes, 2 de julio de 2010
El Más Allá
Hay más; lo deseo con todo mi ser;
no sería justo,
algo más tiene que haber.
Toda la vida,
durante siglos, pensando, dudando, creyendo...
rezando.
Gentes,
todos los continentes,
de todas las razas,
de todos los credos...
viviendo con la promesa,
con la doctrina del Más Allá,
del Allí todo equidad.
Curas predicando la eternidad,
catequizando,
seglares creyendo,
dudando.
Monjas de clausura,
campanadas de madrugada,
celosías, cantos, cilicios,
rezos y ayunos.
Misioneros, misioneras,
selvas, países extraños,
enseñando sus crucifijos,
sacrificados, muriendo.
Enfermos recibiendo los últimos
sacramentos;
al Dios verdadero.
Iglesias, catedrales,
conventos,
cruces y Vaticano,
papas, obispos y cardenales...
Dios mío, tiene que haber más;
cristianos, mártires
en las arenas, víctimas de leones,
Jesucristo en la Cruz...
¿ Para qué, si no, catecismos,
rosarios, oraciones,
abstinencias, ayunos,
biblias y confesiones ?.
Tiene que ser verdad...
Porque si no lo fuera...
¿Vanas todas las vidas,
ilusiones, sacrificios... todo mentira,
todo engaño ?
Si fuera mentira,
el hombre...¡qué desengaño!
sería un animal, otro más, nada más un animal
que, al morir, sólo da gusanos y hedor.
Tiene que ser verdad.
Después de la muerte, hay más...¡estás Tú!
que eres la Eternidad.
(Del poemario "Rescatado de tí")
no sería justo,
algo más tiene que haber.
Toda la vida,
durante siglos, pensando, dudando, creyendo...
rezando.
Gentes,
todos los continentes,
de todas las razas,
de todos los credos...
viviendo con la promesa,
con la doctrina del Más Allá,
del Allí todo equidad.
Curas predicando la eternidad,
catequizando,
seglares creyendo,
dudando.
Monjas de clausura,
campanadas de madrugada,
celosías, cantos, cilicios,
rezos y ayunos.
Misioneros, misioneras,
selvas, países extraños,
enseñando sus crucifijos,
sacrificados, muriendo.
Enfermos recibiendo los últimos
sacramentos;
al Dios verdadero.
Iglesias, catedrales,
conventos,
cruces y Vaticano,
papas, obispos y cardenales...
Dios mío, tiene que haber más;
cristianos, mártires
en las arenas, víctimas de leones,
Jesucristo en la Cruz...
¿ Para qué, si no, catecismos,
rosarios, oraciones,
abstinencias, ayunos,
biblias y confesiones ?.
Tiene que ser verdad...
Porque si no lo fuera...
¿Vanas todas las vidas,
ilusiones, sacrificios... todo mentira,
todo engaño ?
Si fuera mentira,
el hombre...¡qué desengaño!
sería un animal, otro más, nada más un animal
que, al morir, sólo da gusanos y hedor.
Tiene que ser verdad.
Después de la muerte, hay más...¡estás Tú!
que eres la Eternidad.
(Del poemario "Rescatado de tí")
viernes, 18 de junio de 2010
Olvido
Ha roto su álbum de fotos creyendo, así, acabar,
olvidar su pasado.
El papel, en blanco y negro, en sepia, ya, pasado
-hecho en dos mil pedazos-
se resiste, en la papelera, a ser papel mojado;
no quiere que su papel de recuerdo
se quede, así, ignorado.
Trascienden del gastado y viejo couché
a la retina del furioso agresor
los personajes mutilados, decapitados,
en tétricas y dolientes posturas;
consiguen permanencia, en la mente del osado.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
olvidar su pasado.
El papel, en blanco y negro, en sepia, ya, pasado
-hecho en dos mil pedazos-
se resiste, en la papelera, a ser papel mojado;
no quiere que su papel de recuerdo
se quede, así, ignorado.
Trascienden del gastado y viejo couché
a la retina del furioso agresor
los personajes mutilados, decapitados,
en tétricas y dolientes posturas;
consiguen permanencia, en la mente del osado.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
domingo, 6 de junio de 2010
...¿Existes?
Piensa en ti y no te nombra -¿acaso tienes nombre?-
Pero estás ahí, con tenaz frecuencia,
mientras mira deslizarse las gotas de lluvia
-a él siempre, sí, le parecieron lágrimas-
tras los cristales tristes, en el tardío otoño,
de su oscuro, desierto, dormitorio.
En los paseos del parque, radiante
de soles y colores -bullicioso de pájaros
y de niños-
En los campos silenciosos
de helada nieve y los desnudos árboles
-de hojas y de trinos-
En la corriente de los ríos caudalosos
y de los humildes arroyos…
sigue viendo tu imagen
-callada y sonriente, prudente y complaciente,
bella y deseable-
no, no existes; tu imagen y tú sois sólo éso: sí,
una imaginación, realidad inaccesible.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
Pero estás ahí, con tenaz frecuencia,
mientras mira deslizarse las gotas de lluvia
-a él siempre, sí, le parecieron lágrimas-
tras los cristales tristes, en el tardío otoño,
de su oscuro, desierto, dormitorio.
En los paseos del parque, radiante
de soles y colores -bullicioso de pájaros
y de niños-
En los campos silenciosos
de helada nieve y los desnudos árboles
-de hojas y de trinos-
En la corriente de los ríos caudalosos
y de los humildes arroyos…
sigue viendo tu imagen
-callada y sonriente, prudente y complaciente,
bella y deseable-
no, no existes; tu imagen y tú sois sólo éso: sí,
una imaginación, realidad inaccesible.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
lunes, 31 de mayo de 2010
Mar de lágrimas.
Mar, reino de las aguas vacilantes,
de superficie con lunas y estrellas, de soles
y de sales. Mar de aguas de fuego en el ocaso.
Mar de destinos inciertos.
Mar de aguas encrespadas, de viudas, de crespones...
y lágrimas.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
de superficie con lunas y estrellas, de soles
y de sales. Mar de aguas de fuego en el ocaso.
Mar de destinos inciertos.
Mar de aguas encrespadas, de viudas, de crespones...
y lágrimas.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
sábado, 22 de mayo de 2010
El otoño en tus ojos
Tu frente está surcada
por caminos sinuosos,
encrucijada de alegre memoria,
y de recuerdos tormentosos.
Tu mirada envuelve el paisaje yermo
de los campos, con ojos vacíos de alegrías,
húmedos, de sentimientos tristes, dolorosos.
Lejanos horizontes de historias acabadas,
vidas errantes
y vidas enfrentadas.
Ojos oscuros con luces reflejadas; seres
perdidos, personas amadas.
Sienes nevadas, cual los picos de las montañas.
Tus ojos ven caer
las hojas marchitas del recuerdo.
(Del poemario "El otoño en tus ojos"
por caminos sinuosos,
encrucijada de alegre memoria,
y de recuerdos tormentosos.
Tu mirada envuelve el paisaje yermo
de los campos, con ojos vacíos de alegrías,
húmedos, de sentimientos tristes, dolorosos.
Lejanos horizontes de historias acabadas,
vidas errantes
y vidas enfrentadas.
Ojos oscuros con luces reflejadas; seres
perdidos, personas amadas.
Sienes nevadas, cual los picos de las montañas.
Tus ojos ven caer
las hojas marchitas del recuerdo.
(Del poemario "El otoño en tus ojos"
sábado, 15 de mayo de 2010
Aquel pueblecito
Abajo está, entre barrancas,
cobijado por viejas montañas.
Unas pocas casas a un lado y otro
de aquellas aguas,
puras y cristalinas, del cercano manantial,
que, en su caminar, jugaban con dos molinos
a majar el grano del trigo.
Después, más tranquilas, se dejaban
arrastrar por el lecho del cercano río,
río Dulce... también de nombre.
Como belén de Navidad, casas bajas diseminadas aquí y allá;
en sus chimeneas el humo, siempre prendido
de ellas.
Era un pueblo alcarreño, era real y... un ensueño.
Un solo puente, de piedra, unía a aquella gente.
Tuve a sus hijos en mi escuela,
cuando yo era un crío;
poco les pude enseñar de la vida,
pues poco era lo que yo había, aún, aprendido
de ella.
Aquel pueblecito tenía una iglesia
-una vez a poco se la lleva el río embravecido-
y la escuela...ésta era mi dominio, gran dominio,
por cierto;
pues la escuela, como patio de recreo,
tenía la naturaleza entera: unos grandes
y verdes prados
que perfilaba, y refrescaba, ese bendito río,
bendito por aquel liquido, cangrejos y truchas
que albergaba en su recorrido.
Eran gentes sencillas, de escasos bienes;
labradores, pastores de cabras,
cabras que adornaban los montes,
que alegraban el paisaje con sus balidos.
Me confiaban a sus hijos; yo les enseñaba las primeras letras,
las primeras cuentas,
teoremas y álgebra a los más crecidos...
mi ardor y vocación juvenil eran agradecidos;
me obsequiaban con la leche fresca, recién ordeñada,
de sus vacas y cabras,
con los lomos tiernos de las matanzas,
con las truchas que Mariano pescaba
-con el cebo atado a la punta de una rama,
cual varita mágica-
Mariano, rudo y fornido, me llevaba a cuestas
para vadear el río, alguna vez muy crecido.
Los alumnos y sus padres... mis amigos.
Un día, mientras jugaba en las eras con mis alumnos,
durante un recreo, a lo lejos vi llegar a un sacerdote,
a su lado una joven de cabellos rubios,
más rubios que el trigo presto a ser molido.
Aún no sé por qué, el cura me dijo
que aquella joven se quedaba en mi puesto, de maestro.
Apenas palabra pude balbucear,
no supe preguntar el por qué, cuál era el motivo;
mi plaza era de suplente, ella tampoco era la titular...
allí terminó mi vocación docente.
Sólo unos meses pude disfrutar de aquel idílico pueblo escondido.
(Del poemario "Frente quebrada")
cobijado por viejas montañas.
Unas pocas casas a un lado y otro
de aquellas aguas,
puras y cristalinas, del cercano manantial,
que, en su caminar, jugaban con dos molinos
a majar el grano del trigo.
Después, más tranquilas, se dejaban
arrastrar por el lecho del cercano río,
río Dulce... también de nombre.
Como belén de Navidad, casas bajas diseminadas aquí y allá;
en sus chimeneas el humo, siempre prendido
de ellas.
Era un pueblo alcarreño, era real y... un ensueño.
Un solo puente, de piedra, unía a aquella gente.
Tuve a sus hijos en mi escuela,
cuando yo era un crío;
poco les pude enseñar de la vida,
pues poco era lo que yo había, aún, aprendido
de ella.
Aquel pueblecito tenía una iglesia
-una vez a poco se la lleva el río embravecido-
y la escuela...ésta era mi dominio, gran dominio,
por cierto;
pues la escuela, como patio de recreo,
tenía la naturaleza entera: unos grandes
y verdes prados
que perfilaba, y refrescaba, ese bendito río,
bendito por aquel liquido, cangrejos y truchas
que albergaba en su recorrido.
Eran gentes sencillas, de escasos bienes;
labradores, pastores de cabras,
cabras que adornaban los montes,
que alegraban el paisaje con sus balidos.
Me confiaban a sus hijos; yo les enseñaba las primeras letras,
las primeras cuentas,
teoremas y álgebra a los más crecidos...
mi ardor y vocación juvenil eran agradecidos;
me obsequiaban con la leche fresca, recién ordeñada,
de sus vacas y cabras,
con los lomos tiernos de las matanzas,
con las truchas que Mariano pescaba
-con el cebo atado a la punta de una rama,
cual varita mágica-
Mariano, rudo y fornido, me llevaba a cuestas
para vadear el río, alguna vez muy crecido.
Los alumnos y sus padres... mis amigos.
Un día, mientras jugaba en las eras con mis alumnos,
durante un recreo, a lo lejos vi llegar a un sacerdote,
a su lado una joven de cabellos rubios,
más rubios que el trigo presto a ser molido.
Aún no sé por qué, el cura me dijo
que aquella joven se quedaba en mi puesto, de maestro.
Apenas palabra pude balbucear,
no supe preguntar el por qué, cuál era el motivo;
mi plaza era de suplente, ella tampoco era la titular...
allí terminó mi vocación docente.
Sólo unos meses pude disfrutar de aquel idílico pueblo escondido.
(Del poemario "Frente quebrada")
domingo, 9 de mayo de 2010
El mendigo ebrio
Anda cojeando, no puede arrastrar su cuerpo,
ni puede con su miseria...
Acierta, tras varios intentos,
a encender su cigarrillo apagado,
mientras su cuerpo se balancea.
Da caladas seguidas; tosiendo expulsa el humo
y los efluvios del alcohol bebido.
Queda parado, estático, como si funámbulo
fuera, buscando la estabilidad que sus piernas
le niegan.
Mira, anhelante, una papelera -gran objeto
de sus quimeras-
situada a un par de metros,
a ella se encamina con esfuerzo
y andar inseguro, pero resuelto.
Una vez que la ha alcanzado,
introduce su trémula mano, cacheando
los desperdicios -detritos y miserias -
que hay dentro;
sus turbios ojos examinan
lo que sus dedos sujetan.
No encuentra lo que desea;
alza la vista, gira la cabeza... despacio,
como muñeco, casi, sin pilas,
su mano quieta, a la espera,
su cuerpo apoyado en ella.
Tras unos momentos, da unos pasos, no más de tres
o cuatro,
se queda quieto, como pensando...
y regresa a la papelera...
Su mano hurga de nuevo dentro,
su brazo descansa en ella,
mira en el interior... como si estuviera lejos,
muy lejos...pensando...
Parecía que dudara
de echar todo su cuerpo dentro...
no lo hizo;
quizá ese ataúd... de lujo le pareciera.
(Del poemario "Frente quebrada")
ni puede con su miseria...
Acierta, tras varios intentos,
a encender su cigarrillo apagado,
mientras su cuerpo se balancea.
Da caladas seguidas; tosiendo expulsa el humo
y los efluvios del alcohol bebido.
Queda parado, estático, como si funámbulo
fuera, buscando la estabilidad que sus piernas
le niegan.
Mira, anhelante, una papelera -gran objeto
de sus quimeras-
situada a un par de metros,
a ella se encamina con esfuerzo
y andar inseguro, pero resuelto.
Una vez que la ha alcanzado,
introduce su trémula mano, cacheando
los desperdicios -detritos y miserias -
que hay dentro;
sus turbios ojos examinan
lo que sus dedos sujetan.
No encuentra lo que desea;
alza la vista, gira la cabeza... despacio,
como muñeco, casi, sin pilas,
su mano quieta, a la espera,
su cuerpo apoyado en ella.
Tras unos momentos, da unos pasos, no más de tres
o cuatro,
se queda quieto, como pensando...
y regresa a la papelera...
Su mano hurga de nuevo dentro,
su brazo descansa en ella,
mira en el interior... como si estuviera lejos,
muy lejos...pensando...
Parecía que dudara
de echar todo su cuerpo dentro...
no lo hizo;
quizá ese ataúd... de lujo le pareciera.
(Del poemario "Frente quebrada")
domingo, 2 de mayo de 2010
Aquel hogar
Nuestra casa ya no es aquel hogar
donde flotaban las risas e ilusiones
de nuestros hijos, y sus sueños.
Es un nido vacío, con sábanas frías,
con espejos deshabitados, oscuros,
sin el reflejo de la luz de sus ojos.
Dormitorios, sólo, con muebles y atavíos;
continentes... sin contenido
(De "Mieses y flores")-Reposición-
donde flotaban las risas e ilusiones
de nuestros hijos, y sus sueños.
Es un nido vacío, con sábanas frías,
con espejos deshabitados, oscuros,
sin el reflejo de la luz de sus ojos.
Dormitorios, sólo, con muebles y atavíos;
continentes... sin contenido
(De "Mieses y flores")-Reposición-
jueves, 22 de abril de 2010
Como labios marchitos
Como gotas de agua, que nunca llegarán al mar.
Como labios marchitos,
sin desflorar por un beso de amor...
-labios sin pronunciar, jamás, un te quiero-.
Como ojos abiertos, que nunca vieron el azul
del mar, ni del cielo.
Como oídos a los que nunca
dirigieron palabras de amor.
Como útero infecundo.
Como estatua abandonada en el oscuro olvido...
son los poemas ni editados, ni leídos.
(Del poemario "Mieses y flores")
Como labios marchitos,
sin desflorar por un beso de amor...
-labios sin pronunciar, jamás, un te quiero-.
Como ojos abiertos, que nunca vieron el azul
del mar, ni del cielo.
Como oídos a los que nunca
dirigieron palabras de amor.
Como útero infecundo.
Como estatua abandonada en el oscuro olvido...
son los poemas ni editados, ni leídos.
(Del poemario "Mieses y flores")
jueves, 15 de abril de 2010
El Madrid de ahora.
Sales a pasear, de compras, es como viajar
por el mundo,
de turista, en el Madrid de ahora.
Compras en un bazar chino
porque todo es a un euro
y quieres practicar de economista.
O en un bazar hindú
porque es, también, barato
y, viendo tecnología,
-relojeria, música y DVDs,-
pasas entretenido un rato.
Entrar en IKEA,
a probar las golosinas suecas,
también será buena idea.
Si tienes apetito
te puedes pasar por un chino
-...chino... ¿te suena? -
y tomarte un rollito de primavera.
O puedes entrar a un mexicano
a oír unas rancheras...
degustando un tequila y unos tacos.
Puedes, también, probar un kebab
marroquí o comida turca, indonesia
o shusi japonés.
O entrar en EEUU por un McDonals.
Para tomarte un cubata, mientras oyes habaneras,
al ritmo de baile de unas mulatas,
tampoco necesitas salir fuera.
Si andas por un barrio despistado, extraviado
y a un transeúnte preguntas,
éste, posiblemente, será rumano, búlgaro
ruso, cubano o dominicano o francés, inglés
y, también, puede ser italiano,
peruano, ecuatoriano o mongol,
y puede ser, a lo mejor,
¿por qué no?, puede ser... ¡español!
(Del poemario "Mieses y flores")
por el mundo,
de turista, en el Madrid de ahora.
Compras en un bazar chino
porque todo es a un euro
y quieres practicar de economista.
O en un bazar hindú
porque es, también, barato
y, viendo tecnología,
-relojeria, música y DVDs,-
pasas entretenido un rato.
Entrar en IKEA,
a probar las golosinas suecas,
también será buena idea.
Si tienes apetito
te puedes pasar por un chino
-...chino... ¿te suena? -
y tomarte un rollito de primavera.
O puedes entrar a un mexicano
a oír unas rancheras...
degustando un tequila y unos tacos.
Puedes, también, probar un kebab
marroquí o comida turca, indonesia
o shusi japonés.
O entrar en EEUU por un McDonals.
Para tomarte un cubata, mientras oyes habaneras,
al ritmo de baile de unas mulatas,
tampoco necesitas salir fuera.
Si andas por un barrio despistado, extraviado
y a un transeúnte preguntas,
éste, posiblemente, será rumano, búlgaro
ruso, cubano o dominicano o francés, inglés
y, también, puede ser italiano,
peruano, ecuatoriano o mongol,
y puede ser, a lo mejor,
¿por qué no?, puede ser... ¡español!
(Del poemario "Mieses y flores")
jueves, 8 de abril de 2010
A un amigo.
Cuando, últimamente, nos vemos
no sé qué decirte, amigo,
¡no sabemos qué decirnos!
Nuestras palabras están enmohecidas
de no usarlas, por el moho de los años.
Y, sin embargo, ¡nos conocemos hace tanto,
tanto tiempo!
Cuando nos vemos, descubrimos nuevas arrugas
en nuestros rostros,
arrugas y manchas en nuestras manos.
El tiempo, la vida nos ha ido separando;
a tus amigos no los conozco.
Yo no conozco, no sé ya de tus ilusiones,
no sé de tus éxitos, ni sé de tus fracasos.
Mucho tiempo lejos , mucho tiempo separados,
y... sólo, ¡por unos cientos de pasos!
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
no sé qué decirte, amigo,
¡no sabemos qué decirnos!
Nuestras palabras están enmohecidas
de no usarlas, por el moho de los años.
Y, sin embargo, ¡nos conocemos hace tanto,
tanto tiempo!
Cuando nos vemos, descubrimos nuevas arrugas
en nuestros rostros,
arrugas y manchas en nuestras manos.
El tiempo, la vida nos ha ido separando;
a tus amigos no los conozco.
Yo no conozco, no sé ya de tus ilusiones,
no sé de tus éxitos, ni sé de tus fracasos.
Mucho tiempo lejos , mucho tiempo separados,
y... sólo, ¡por unos cientos de pasos!
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
viernes, 2 de abril de 2010
Gracias (Oraciòn)
Gracias, oh Dios, por todo lo que me has concedido,
y, mucho más, por todo lo que me has perdonado.
Muchas veces de ti distanciado, pero nunca,
nunca te he olvidado.
Tú sabes, Señor, cómo soy, cómo siempre he sido,
todo el mal, todo el daño que he podido hacer, pero
sabes, también, que de todo ello me he arrepentido;
quisiera no haber hecho nada de ello.
Sé que, desde muy pequeño, me escuchas;
te estoy agradecido,
cuando, a veces, creí que estaba sólo,
que me habías dejado, Tú estabas a mi lado.
Años, muchos más de los que esperaba, he vivido;
y mis frutos han cuajado, mis mejores bienes,
que Tú me has otorgado; por ellos, Señor, ruego,
por su felicidad seré siempre agradecido.
Ellos, Señor, Tú lo sabes, son buenos,
es mi culpa, otra más, que no sepan más sobre Ti,
mas mi culpa, ellos, no la han cometido.
(Del poemario "Atardecer del alma")
y, mucho más, por todo lo que me has perdonado.
Muchas veces de ti distanciado, pero nunca,
nunca te he olvidado.
Tú sabes, Señor, cómo soy, cómo siempre he sido,
todo el mal, todo el daño que he podido hacer, pero
sabes, también, que de todo ello me he arrepentido;
quisiera no haber hecho nada de ello.
Sé que, desde muy pequeño, me escuchas;
te estoy agradecido,
cuando, a veces, creí que estaba sólo,
que me habías dejado, Tú estabas a mi lado.
Años, muchos más de los que esperaba, he vivido;
y mis frutos han cuajado, mis mejores bienes,
que Tú me has otorgado; por ellos, Señor, ruego,
por su felicidad seré siempre agradecido.
Ellos, Señor, Tú lo sabes, son buenos,
es mi culpa, otra más, que no sepan más sobre Ti,
mas mi culpa, ellos, no la han cometido.
(Del poemario "Atardecer del alma")
domingo, 28 de marzo de 2010
Retrato
Acta del paso de la vida,
testigo fiel del transcurrir del tiempo,
prueba, irrefutable y cruel, del hoy y del ayer.
(De "Belleza cruel", cap. III, "De ahora y de siempre")
testigo fiel del transcurrir del tiempo,
prueba, irrefutable y cruel, del hoy y del ayer.
(De "Belleza cruel", cap. III, "De ahora y de siempre")
sábado, 20 de marzo de 2010
¡Ay, mi amor!
-Líbrate de sucumbir a ese amor,
que dicen que no te conviene-
Si tú les escucharas, oirías los argumentos
que oyen todas las esquinas...
Señor, Señor! Como si el corazón se abriera a la razón,
al cálculo, a la suma.
¡Yo quiero a mi niña morena!
y soy sordo cuando sus ojos me miran como me miran,
y soy ciego cuando sus labios pronuncian mi nombre,
y subo al cielo cuando su piel acaricia mi piel.
Y dicen... lo que digan,
sonrían... como sonrían;
¡yo quiero a mi niña morena!
¿Podría vivir, mi amor, sin tu amor?
¿Podrían mis ojos ver, sin a ti, mi amor, verte?
¿Podría mi piel gozar,
sin mi piel gozar de tu piel?
¡Ay, mi amor, es mi alma esclava de tu alma!
Y lo que digan...y como sonrían...
no es nada... será, quizá, producto de la envidia.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
que dicen que no te conviene-
Si tú les escucharas, oirías los argumentos
que oyen todas las esquinas...
Señor, Señor! Como si el corazón se abriera a la razón,
al cálculo, a la suma.
¡Yo quiero a mi niña morena!
y soy sordo cuando sus ojos me miran como me miran,
y soy ciego cuando sus labios pronuncian mi nombre,
y subo al cielo cuando su piel acaricia mi piel.
Y dicen... lo que digan,
sonrían... como sonrían;
¡yo quiero a mi niña morena!
¿Podría vivir, mi amor, sin tu amor?
¿Podrían mis ojos ver, sin a ti, mi amor, verte?
¿Podría mi piel gozar,
sin mi piel gozar de tu piel?
¡Ay, mi amor, es mi alma esclava de tu alma!
Y lo que digan...y como sonrían...
no es nada... será, quizá, producto de la envidia.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
sábado, 13 de marzo de 2010
Dénia
La dulce, la de las uvas pasa,
dátiles y moscatel.
La colorida, con sus naranjos,
naranjas.
La luminosa, con cielo azul,
reflejado en su mar y en su costa.
Dénia mora, con su montecillo
y, como cresta, el castillo.
La esbelta, con el Montgó
oteando el mar, el horizonte.
La hospitalaria
con sus gentes abiertas, alegres.
La ruidosa con sus fiestas,
tracas y fuegos de artificio.
Y gentes, más gentes... ¡qué bullicio!
La tranquila, desde Octubre,
¡qué dicha, qué alivio!
La llana, te codeas con el mar,
con tu gran ensenada.
La políglota, tus calles hablan
todos los idiomas.
Paraíso terrenal y marino;
me gustas, Dénia:
admíteme este guiño.
(Del poemario "Rescatado de tí)
dátiles y moscatel.
La colorida, con sus naranjos,
naranjas.
La luminosa, con cielo azul,
reflejado en su mar y en su costa.
Dénia mora, con su montecillo
y, como cresta, el castillo.
La esbelta, con el Montgó
oteando el mar, el horizonte.
La hospitalaria
con sus gentes abiertas, alegres.
La ruidosa con sus fiestas,
tracas y fuegos de artificio.
Y gentes, más gentes... ¡qué bullicio!
La tranquila, desde Octubre,
¡qué dicha, qué alivio!
La llana, te codeas con el mar,
con tu gran ensenada.
La políglota, tus calles hablan
todos los idiomas.
Paraíso terrenal y marino;
me gustas, Dénia:
admíteme este guiño.
(Del poemario "Rescatado de tí)
domingo, 7 de marzo de 2010
Mi perro
Estás dormido, enroscado en tu manto de pelo
rizado,
encima del sillón, como peluche olvidado.
Tu respiración tranquila, acompasada
despierta ternura, con temor cruzado;
¿acaso será cierto, que tu cerebro
no distingue hacer el bien o el daño?
Mi pequeño animal,
has invadido mi corazón,
has conquistado mis sentimientos
desde que llegaste, desde el primer momento.
Todo ello lo has barruntado, y, a veces,
como niño mimado, te muestras egoísta,
casi fiero,
cuando te sabes contrariado.
Tus ojos, de miel y de lucero, me acarician,
me preguntan, me dicen que me entiendes,
y, sobre todo, que me quieres.
Vienes a dormir a mis pies;
en ellos apoyas tu cabecita,
para que no te deje, para que no me vaya,
como tus malos sueños presagian.
De tus pesadillas con mis caricias te libro,
entonces suspiras
y me lames entre suspiros.
En la calle, en los paseos, junto a tu viejo amo,
caminas feliz, con la cabecita erguida,
ufano, aspirando los vientos.
La gente te piropea,
¡peluche, guapo, bonito!
me miras para que yo te lo confirme;
mi opinión es la que cuenta; yo te lo confirmo.
rizado,
encima del sillón, como peluche olvidado.
Tu respiración tranquila, acompasada
despierta ternura, con temor cruzado;
¿acaso será cierto, que tu cerebro
no distingue hacer el bien o el daño?
Mi pequeño animal,
has invadido mi corazón,
has conquistado mis sentimientos
desde que llegaste, desde el primer momento.
Todo ello lo has barruntado, y, a veces,
como niño mimado, te muestras egoísta,
casi fiero,
cuando te sabes contrariado.
Tus ojos, de miel y de lucero, me acarician,
me preguntan, me dicen que me entiendes,
y, sobre todo, que me quieres.
Vienes a dormir a mis pies;
en ellos apoyas tu cabecita,
para que no te deje, para que no me vaya,
como tus malos sueños presagian.
De tus pesadillas con mis caricias te libro,
entonces suspiras
y me lames entre suspiros.
En la calle, en los paseos, junto a tu viejo amo,
caminas feliz, con la cabecita erguida,
ufano, aspirando los vientos.
La gente te piropea,
¡peluche, guapo, bonito!
me miras para que yo te lo confirme;
mi opinión es la que cuenta; yo te lo confirmo.
miércoles, 3 de marzo de 2010
martes, 2 de marzo de 2010
Lluvia
Los pájaros, en las moreras,
alborotan con sus cantos.
Es otoño, está nublado, no hay frutos,
se me antoja un concierto extraño.
Otoño...los árboles se están desnudando,
pudorosos, con luces grises
de cielo plomizo y sol cansado.
Las tierras están sedientas, abiertas,
cual amante lujuriosa, hambrienta.
Las hojas secas –brasas apagadas
del verano- acogen mis pasos,
su crujido es la mustia letra de una canción
de letargo, de muerte, de espera.
Gimen, melancólicas, las nubes,
los pájaros callan, se cobijan en sus nidos,
las arizónicas me regalan su aroma,
el campo exhala, complacido,
su perfume a tierra mojada.
Mi andar, con la lluvia, se hace más lento;
quiero sentir el agua en mi cara,
en mi piel seca -como la tierra, arrugada-
por sus surcos las gotas resbalan,
inundan mi corazón de sosiego;
agradecido, mis ojos levanto
al generoso cielo.
(De "Belleza cruel", cap. III, "De ahora y de siempre")
alborotan con sus cantos.
Es otoño, está nublado, no hay frutos,
se me antoja un concierto extraño.
Otoño...los árboles se están desnudando,
pudorosos, con luces grises
de cielo plomizo y sol cansado.
Las tierras están sedientas, abiertas,
cual amante lujuriosa, hambrienta.
Las hojas secas –brasas apagadas
del verano- acogen mis pasos,
su crujido es la mustia letra de una canción
de letargo, de muerte, de espera.
Gimen, melancólicas, las nubes,
los pájaros callan, se cobijan en sus nidos,
las arizónicas me regalan su aroma,
el campo exhala, complacido,
su perfume a tierra mojada.
Mi andar, con la lluvia, se hace más lento;
quiero sentir el agua en mi cara,
en mi piel seca -como la tierra, arrugada-
por sus surcos las gotas resbalan,
inundan mi corazón de sosiego;
agradecido, mis ojos levanto
al generoso cielo.
(De "Belleza cruel", cap. III, "De ahora y de siempre")
jueves, 18 de febrero de 2010
lunes, 15 de febrero de 2010
Dormida en los siglos
Sigüenza, sigues postrada, dormida en los siglos,
a la sombra del castillo.
Al cobijo -asfixia- de las sotanas,
al recuerdo de glorias pasadas,
deslumbrada por el fulgor
de las doradas piedras de tus muros,
sorda por el fragor de lejanas batallas.
Ahíta por el eco de la voz de tus púlpitos,
embelesada por el aroma de los pinos,
embriagada por tu dulce miel,
acompañas en la pose
-tranquila, sosegada-
a tu hijo ilustre, El Doncel.
(De belleza cruel" cap.III, "De ahora y de siempre")
a la sombra del castillo.
Al cobijo -asfixia- de las sotanas,
al recuerdo de glorias pasadas,
deslumbrada por el fulgor
de las doradas piedras de tus muros,
sorda por el fragor de lejanas batallas.
Ahíta por el eco de la voz de tus púlpitos,
embelesada por el aroma de los pinos,
embriagada por tu dulce miel,
acompañas en la pose
-tranquila, sosegada-
a tu hijo ilustre, El Doncel.
(De belleza cruel" cap.III, "De ahora y de siempre")
jueves, 11 de febrero de 2010
AMIGOS Y SEGUIDORES DE MIS BLOGS, OS INVITO A QUE ASISTÁIS EL DÍA 8 DE MARZO, A LAS 8 DE LA TARDE, EN LIBERTAD, 8, A LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "HAZVERSIDADES POÉTICAS" DE MI HERMANA, ELVIRA DAUDET PRESENTADO POR EL EDITOR, JAIME ALEJANDRE.
A continuación un poema de Elvira.
LA TRAMPA
Como una pobre rata va el hombre hacia su queso.
Están reunidos todos los amigos,
regocijados
al verlo tan hermoso y anhelante.
Le murmuran obscenidades al oído
y acarician su nuca.
Sonríe él, agradecido, y les ríe los chistes.
La fiesta vale el salario de un año
y, satisfecho, el novio les ve beber champán,
prepararle las sábanas y cantar parabienes.
Nadie le dice el precio del vestido de novia.
Aunque todos lo saben,
ninguno va a decirle que la esposa,
debajo de los tules,
esconde una boca inmensa que acabará engulléndolo.
No le dicen que sus sueños, su ambición,
su esperanza,
van a ser arrancadas
para adornar el adorado ombligo.
Y sus huesos, si se salvan,
serán paseados con cadenas.
Animada por músicas, velos y temblores
entra la novia, ave perseguida.
Va dejando a su paso las espumas del velo,
las plumas de su cola, de paloma alcanzada.
Camina al paraíso corregido,
hacia la fortaleza conquistada,
poniendo bridas
al miedo de encontrarse en el bosque de vello
donde el deseo amordazado del varón la espera.
Va la virgen a poseer un dios dulce y viril,
a la isla fortificada de sus brazos,
a la feria de los besos y el misterio,
a salvarse del miedo,
a la entrega.
Pero, ¿por qué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha cenizas del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia.
Y que el tierno almidón de las sábanas
va a convertirse
en un violento e incandescente charco mineral?
Hermosos, jóvenes, los dos enamorados
son conducidos por el órgano, el incienso,
el pueblo entero, hasta la trampa.
(De "Crónicas de una tristeza")
LA TRAMPA
Como una pobre rata va el hombre hacia su queso.
Están reunidos todos los amigos,
regocijados
al verlo tan hermoso y anhelante.
Le murmuran obscenidades al oído
y acarician su nuca.
Sonríe él, agradecido, y les ríe los chistes.
La fiesta vale el salario de un año
y, satisfecho, el novio les ve beber champán,
prepararle las sábanas y cantar parabienes.
Nadie le dice el precio del vestido de novia.
Aunque todos lo saben,
ninguno va a decirle que la esposa,
debajo de los tules,
esconde una boca inmensa que acabará engulléndolo.
No le dicen que sus sueños, su ambición,
su esperanza,
van a ser arrancadas
para adornar el adorado ombligo.
Y sus huesos, si se salvan,
serán paseados con cadenas.
Animada por músicas, velos y temblores
entra la novia, ave perseguida.
Va dejando a su paso las espumas del velo,
las plumas de su cola, de paloma alcanzada.
Camina al paraíso corregido,
hacia la fortaleza conquistada,
poniendo bridas
al miedo de encontrarse en el bosque de vello
donde el deseo amordazado del varón la espera.
Va la virgen a poseer un dios dulce y viril,
a la isla fortificada de sus brazos,
a la feria de los besos y el misterio,
a salvarse del miedo,
a la entrega.
Pero, ¿por qué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha cenizas del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia.
Y que el tierno almidón de las sábanas
va a convertirse
en un violento e incandescente charco mineral?
Hermosos, jóvenes, los dos enamorados
son conducidos por el órgano, el incienso,
el pueblo entero, hasta la trampa.
(De "Crónicas de una tristeza")
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