domingo, 9 de mayo de 2010

El mendigo ebrio

Anda cojeando, no puede arrastrar su cuerpo,
ni puede con su miseria...
Acierta, tras varios intentos,
a encender su cigarrillo apagado,
mientras su cuerpo se balancea.

Da caladas seguidas; tosiendo expulsa el humo
y los efluvios del alcohol bebido.
Queda parado, estático, como si funámbulo
fuera, buscando la estabilidad que sus piernas
le niegan.

Mira, anhelante, una papelera -gran objeto
de sus quimeras-
situada a un par de metros,
a ella se encamina con esfuerzo
y andar inseguro, pero resuelto.

Una vez que la ha alcanzado,
introduce su trémula mano, cacheando
los desperdicios -detritos y miserias -
que hay dentro;
sus turbios ojos examinan
lo que sus dedos sujetan.

No encuentra lo que desea;
alza la vista, gira la cabeza... despacio,
como muñeco, casi, sin pilas,
su mano quieta, a la espera,
su cuerpo apoyado en ella.

Tras unos momentos, da unos pasos, no más de tres
o cuatro,
se queda quieto, como pensando...
y regresa a la papelera...

Su mano hurga de nuevo dentro,
su brazo descansa en ella,
mira en el interior... como si estuviera lejos,
muy lejos...pensando...

Parecía que dudara
de echar todo su cuerpo dentro...
no lo hizo;
quizá ese ataúd... de lujo le pareciera.

(Del poemario "Frente quebrada")

4 comentarios:

  1. Es el mejor de tus poemas que he leído.

    Un abrazo.

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  2. Jorge es duro y deja un poso de desesperanza que se adhiere al corazón, pero es realmente magnífico, enhorabuena poeta.

    Besos, un montón.

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  3. Ana, a un poquito que te haya gustado, yo me alegro mucho.
    Un beso.

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  4. Muchas gracias, Paloma. Siempre tan amable y generosa.
    Otro montón de besos para tí.

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