Estás dormido, enroscado en tu manto de pelo
rizado,
encima del sillón, como peluche olvidado.
Tu respiración tranquila, acompasada
despierta ternura, con temor cruzado;
¿acaso será cierto, que tu cerebro
no distingue hacer el bien o el daño?
Mi pequeño animal,
has invadido mi corazón,
has conquistado mis sentimientos
desde que llegaste, desde el primer momento.
Todo ello lo has barruntado, y, a veces,
como niño mimado, te muestras egoísta,
casi fiero,
cuando te sabes contrariado.
Tus ojos, de miel y de lucero, me acarician,
me preguntan, me dicen que me entiendes,
y, sobre todo, que me quieres.
Vienes a dormir a mis pies;
en ellos apoyas tu cabecita,
para que no te deje, para que no me vaya,
como tus malos sueños presagian.
De tus pesadillas con mis caricias te libro,
entonces suspiras
y me lames entre suspiros.
En la calle, en los paseos, junto a tu viejo amo,
caminas feliz, con la cabecita erguida,
ufano, aspirando los vientos.
La gente te piropea,
¡peluche, guapo, bonito!
me miras para que yo te lo confirme;
mi opinión es la que cuenta; yo te lo confirmo.
domingo, 7 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ay, cuánta ternura y cuánto amor... qué bonito Jorge.
ResponderEliminarBesos para ti y un achuchón pa el prota.
Gracias, Paloma, el achuchón ya no es posible, el Viernes hubo que practicarle la eutanasia. Un tumor le dejó inválido.
ResponderEliminarUn besito.
Estoy contigo en este momento triste. Creo que un perro es tan insustutuible como un ser humano.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Así lo siento yo.
ResponderEliminarUn besito.
Jorge, cómo lo siento de verdad. Todo mi apoyo y mi cariño, sé qué se siente.
ResponderEliminarUn abrazo enorme
Muchas gracias, Amparo; muy amable.
ResponderEliminarOtro abrazo también para tí.